SALTA – Tal como estaba previsto, ayer, la Sala VII del Tribunal de Juicio dio inicio al juicio que se le sigue a Ricardo Javier Cuellar, el comerciante que mató a un delincuente que había irrumpido en su comercio, ubicado en barrio Castañares, hecho ocurrido el 18 de 2020 y que le costó la vida a Abel Leonardo Guzmán, de 20 años.
Bajo la dirección de la jueza Paola Marocco, el debate se abrió con la lectura de la acusación, tras lo cual Cuellar prestó declaración, la que se extendió casi hasta el final de la audiencia, en la que también se escuchó a dos policías que fueron los primeros en llegar a la escena del crimen.
En su relato, Cuéllar sostuvo que la noche del hecho estaba en su casa con sus dos hijos (16 y 26 años), pues su pareja no se encontraba en ese momento porque había ido a visitar a su madre. Dijo que se acostó a la medianoche y alrededor de las 2.30 escuchó ladrar a sus perros.
Alarmado, se levantó y miró por el balcón, instancia en la que explicó que su habitación y la de sus hijos están ubicadas en la planta alta, mientras que abajo solo funciona su local comercial. Afirmó que vio una persona parada en la escalera, por lo que en el acto le grito: “Chorro de mierda, qué haces aquí”.
Al mirar con más detenimiento, se dio cuenta de que el intruso estaba quieto ya que sus perros lo ladraban. Los canes eran uno raza pitbull y el otro un ovejero alemán. Indicó que había tomado esa decisión, ya que había sido víctima de varios robos.
Agrego que volvió a gritarle para que se fuera y, en ese momento, escuchó pasos en la escalera y vio a una segunda persona. Todo estaba oscuro y llovía así que solo distinguía bultos, aclaró. Se asustó y buscó su arma, una pistola que siempre tiene en la mesa de luz, junto con la plata de la recaudación de su negocio. Esa noche, además, guardaba también el dinero de la venta de una camioneta.
En esta parte de su narración, aseguró que, al gritar por segunda vez, sintió dos estampidos (disparos) y entonces él gatilló sacando la mano y tirando el cuerpo hacia atrás, sin apuntar a nadie. También dijo que no sabe cuál de los dos sujetos efectuó los disparos que escuchó.
Aseguró que tenía una sola munición. “Por eso, después de tirar me tiré hacia atrás, me quedé callado, quieto… Pensé que iban a entrar a los dormitorios, donde estaban mis hijos. Cuando me asomé al balcón ya no vi a nadie”.
Remarcó enfáticamente que nunca pensó que había acertado al disparar porque gatilló sin ver. “Yo no apunté a nadie. A mí me entraron a robar como treinta veces, denuncié la mitad de los robos. Muchas veces salí con el arma en la mano y nunca disparé. Mi intención fue hacerles saber que estaba armado”, expresó.
Un solo disparo
Transcurrido su enfrentamiento con los ladrones, fue al dormitorio de sus hijos, que ya estaban despiertos. Le dijeron que habían escuchado a los perros y el sonido de cohetes. Entonces él les explicó lo que había sucedido.
Luego del trance vivido se descompensó porque tiene diabetes nerviosa, por lo que les pidió a sus hijos que cerraran todo y se quedaron adentro, en un comedor que da al otro pasillo y aseguró que no escucharon cuando la policía llamó a la puerta y que, al advertir su presencia, abrieron.
Ante los efectivos, relató lo sucedido e insistió en que había hecho un solo disparo al piso y que los intrusos habían hecho dos o tres hacia arriba, en dirección hacia donde se encontraba. Luego, lo llevaron a la comisaría para que hiciera la denuncia y allí le informaron que había un herido de bala.
Se enteró de la muerte de Guzmán, cuando estaba en la Alcaidía. Fue su abogado quien le informó sobre el fallecimiento del muchacho. Al tomar conocimiento, no lo podía creer. Incluso, y hasta el día que verificaron que el proyectil que le causó la muerte a Guzmán había salido de su pistola, creyó los dos sujetos se habían disparado entre ellos.
En la Alcaidía, en tanto, recibió amenazas y tuvieron que trasladarlo a un pabellón especial. Luego le dieron la prisión domiciliaria. Sostuvo que su familia también fue amenazada. Recordó que en la esquina donde está su casa hay un poste de alumbrado público pero esa noche no funcionaba, pues permanentemente, algunas personas rompen el foco para poder vender drogas.
Explicó que había instalado cámaras de seguridad en su casa, pero se las habían robado – junto a unas notebooks- cuando él “viralizó” las imágenes de un sujeto que había entrado a robarle. Por último, reiteró que cuando sacó el brazo para disparar no vio dónde estaban las dos personas que habían entrado al inmueble y que disparó sin ver orientando el arma hacia abajo de la escalera, donde había visto al primer sujeto.
En la etapa de testigos, declararon dos efectivos que intervinieron la misma noche del hecho. Uno de ellos refirió que alrededor de las 2.40 fue desplazado a barrio Castañares por la presencia de un hombre herido y por detonaciones de arma de fuego.
Al llegar, Guzmán estaba tendido en el suelo, junto a su pareja. Tenía heridas corto punzantes en una pierna y en el abdomen, por lo que solicitó una ambulancia y fue trasladado al hospital. Dijo que un vecino se acercó espontáneamente y les informó que, antes de caer desvanecido, “el muchacho venía corriendo desde la manzana 30 y que se habían escuchado detonaciones”. Él no preguntó cuántas.
En base a estos datos se dirigieron a esa manzana. En la casa del acusado vieron una mochila colgada en las rejas e intentaron comunicarse con el propietario, sin respuesta. Dijo que el acusado salió a atender después de alrededor de una hora. La vivienda estaba a unos 70 metros del lugar donde fue encontrado Guzmán.
El otro testigo, se refirió a un informe suyo donde manifiesta haber entrevistado a Cuéllar la noche del hecho. Allí, el imputado le relata que un intruso había entrado a su propiedad y que él había efectuado tres detonaciones. Primero al aire y luego hacia abajo. El testigo sostuvo que Cuéllar le habló de una persona y que fue cambiando su relato en relación hacia dónde había realizado los disparos.