Por: R. Federico Mena y Martínez Castro
“La vida es nada si la libertad se pierde”
“Mucho me falta para ser un verdadero padre de la patria. Me contentaría con ser un buen hijo de ella”. Manuel Belgrano
Es necesario recordar a pesar de las aflijentes circunstancias que nos desconsuelan, como la situación de la economía nacional. La inseguridad y las aberrantes disposiciones de las máximas autoridades del gobierno nacional. Nos referimos a este hecho heroico ocurrido en aquel lejano 1812 cuando luchábamos por la libertad hoy amordazada por espurios intereses.
Luego del desastre sufrido por las tropas de la patria en Huaqui, y al poco tiempo de hacerse cargo del Ejército del Norte, Belgrano advierte que con una tropa desmoralizada. Y de apenas 1300 hombres. No podía hacer frente al ejército realista que, aparte de enfermos estaban mal pertrechados.
El general Belgrano en carta a Rivadavia le decía: “¿Se puede hacer la guerra sin gente. Sin armas, sin municiones, ni aún pólvora? A continuación, agregaba: “Es preciso atender a este ejército y hacerlo de modo digno y con la celeridad del rayo. No por mí sino por la patria”.
El gobierno nacional no ignoraba la situación, pero no estaba en situación de remediarla. Debido a también urgentes conflictos originados por la oposición realista de Montevideo. De allí el consejo a Belgrano de organizar una retirada hasta Córdoba “ofendiendo vigorosamente al enemigo y conservando el honor de nuestras armas”.
En cuanto a la retirada, “debía ser hecha en el mejor orden destruyendo cuanto pueda ser útil al enemigo para dificultar sus marchas y recursos” Pío Tristán al mando de las tropas realistas se acercaba a Jujuy, y ante esto, el Triunvirato disponía la retirada del ejército hacia Córdoba.
Inciertos horizontes se cernían sobre Jujuy. Cuando Belgrano el 29 de julio dictó un bando por el que se disponía que el enemigo encontrase tierra arrasada. La orden se cumpliría, y largas caravanas de carretas comenzaron a desplazarse los primeros días de agosto.
El ejército fue el último en retirarse, haciéndolo el 23 de agosto de 1812. El valeroso repliegue de pueblo y ejército cubrió en cinco días 250 kilómetros. Se hizo un alto en el Río Pasaje y el 3 de setiembre una escaramuza con el enemigo terminó por dispersarlos. La gloria les esperaba en Tucumán. El alma de Jujuy y de la patria percibía ya las primicias de las auroras eternas. La marcha se realizaría con el pueblo de Jujuy caminando delante del ejército.
Dando cumplimiento a una proclama del general Belgrano que decía: “Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa os he hablado con la verdad… Llegó pues la época en que manifestéis vuestro heroísmo. Y de que vengáis a reunirnos al ejército de mi mando, si como aseguráis, queréis ser libres”.
El pueblo que marchaba hacia una triste incertidumbre cantaba coplas que se esparcían por los cerros diciendo: “Adiós jujuicito, adiós/te dejo y me voy llorando/ la despedida es muy triste, / la vuelta ¡quién sabe cuándo! Es preciso pues, recordar cómo el pueblo se manifestó con valentía ante las graves circunstancias que lo acosaban.
Hoy el pueblo nuevamente cansado de atropellos a su dignidad volvió a manifestarse en las urnas con un océano de votos contrarios al nefasto régimen político que hundió a esta argentina portentosa. Todavía es posible esperar una venturosa resurrección y colocar a la Argentina donde le corresponde dentro de las naciones del mundo.