Con 72 años, Víctor Giménez vivió para contarlo. Después del martes 30 de noviembre pasado, seguramente, nada será igual para este empresario que, como muchos otros, jamás imaginó que podía ser víctima de un secuestro extorsivo, mucho menos en Salta, la que enamora.
Los tiempos ya no son los mismos y lo que antes era tranquilidad, ahora es todo violencia y caos, y lo que interesa es sólo el dinero. En busca de eso, los cuatro jóvenes que lo secuestraron lo sometieron a horas dramáticas, en las cuales Víctor Giménez pensó en lo peor.
Tras ser raptado en el camino a su empresa, y de acuerdo lo surgido de la investigación, los secuestradores llevaron al empresario a una pequeña pieza en una casa del barrio Los Paraísos, ubicada a pocas cuadras de donde fue secuestrado.
El cuarto fue alquilado por Héctor Mario Campos, el más violento de esta banda de secuestradores. El 29 de noviembre, un día antes del secuestro, pagó 2 mil pesos a la dueña de la vivienda, a quien le dijo que iba a llegar un familiar y que necesitaba un lugar para que esté solo, ya que era medio casca rabia.
De esta manera, minimizó la alerta que la dueña podría tener al respecto e incluso se fue de la casa para no molestar, por lo que, al llegar Víctor Giménez a dicha vivienda, no había nadie y los vecinos tampoco vieron más allá de la camioneta Mercedes Benz de la víctima estacionada fuera de la casa.
Adentro, el empresario fue obligado a permanecer con los ojos vendados y sentado en una cama, donde los secuestradores le pidieron primero 50 millones de pesos a cambio de dejarlo ir, pero Giménez les dijo que esa sumar era imposible, pues ni su empresa valía ese dinero.

Ante ello, las pretensiones se bajaron a 5 millones de pesos, dinero que primero intentaron cobrarse mediante la aplicación de transferencia del teléfono de su víctima, pero la gestión falló debido a que pusieron mal el código y tras varios intentos el aparato se bloqueó.
En su afán por hacerse del dinero, decidieron sacarles las vendas y tomar el rostro con el teléfono para de esa manera reactivar el celular, pero fue imposible. Esos instantes con los ojos abiertos, Víctor Giménez pudo ver que en la cama donde estaba sentado, en una esquina había una pistola.
Arma de fuego
Esa arma fue utilizada luego, cuando ya se comenzó a pergeñar un intercambio a través de gestiones iniciadas con su hijo Álvaro Giménez, a quien llamó en dos ocasiones, oportunidad en la que siempre sintió el cañón de la pistola sobre su sien.
Con los secuestradores, convino la excusa de que hacía un negocio con otros empresarios jujeños y que necesitaba esa suma. Mientras su hijo ganaba tiempo para conseguir el dinero, su padre pasó toda la tarde en la pieza acalorado, tanto que pidió algo de tomar.

Su pedido fue escuchado y le dieron una lata de gaseosa, mientras sus raptores tomaban cerveza. Llegada la hora del intercambio, lo subieron a su propia camioneta, en la cual Héctor Campos y Ezequiel Toledo, emprendieron el viaje al punto de encuentro.
Antes de eso, los delincuentes, que estaban ya desesperados por hacerse de dinero, intentaron vender la camioneta en una concesionaria de la zona centro, para lo cual entregaron la documentación del vehículo, aunque para hacer la operación le pidieron una certificación del dueño, gestión que los obligó a marcharse sin lograr la venta.
Más tarde, una vez frustrado el intercambio, Víctor Giménez vivió, tal vez, su peor momento. Campos y Toledo, en una persecución de película, dieron varias vueltas en el barrio El Círculo, donde las calles son de tierra, por lo que, al imprimir velocidad, se levantaron nubes de polvo.
Esto le jugó en contra, pues en un giro, Campos, que iba al volante, perdió el control y chocó contra la pared de una casa que, a propósito, Víctor Giménez ya mandó a reconstruir. En ese impacto, terminó todo. Los dos secuestradores se dieron a la fuga y el empresario quedó libre.
En el choque, Giménez resultó con una grave lesión en la columna vertebral, razón por la cual fue internado, aunque luego de 24 horas le dieron el alta, pero aún se desconoce si la lesión sufrida se trata de algo pasajero, o bien, es algo más complejo.