El secuestro extorsivo del propietario de la empresa de transporte El Cóndor SA., Víctor Giménez, no fue un hecho delictivo más para los salteños. Y mucho menos para los responsables del área de seguridad y justicia, quienes saben que casos como el sucedido entre el martes y miércoles pasado, fungen como una alerta ineludible.
El martes 30 de noviembre fue un día de locos para la policía local, pues mientras un sector de la policía, bajo la dirección conjunta de la justicia provincial y federal trabajaban en rescatar con vida al empresario, en el parque San Martín, en horas de la tarde, un intento de rapto causó gran conmoción.
A esas alturas, nadie sabía que, en otro extremo de la ciudad, en la ruta 26 y la calle que colinda con la empresa metalúrgica Metalnor SA, un grupo especial de policías del Cuerpo de Investigaciones Fiscales llevaban adelante una tarea más delicada y de extremo riesgo.
Un policía, el oficial Pedro Añasco, conducía una camioneta que poco después de las 20 debía presentarse en la dirección mencionada. El efectivo, que iba de civil y que tiene instrucción como mediador, llevaba un maletín con el dinero que debía entregar a cambio de la vida de Giménez.
La misión era delicada, por lo que se tomaron casi todos los recaudos para que no surgieran inconvenientes. Y decimos casi, porque sucedió un percance que no fue previsto y que, de manera providencial, jugó a favor de la policía. La misión dada al oficial Añasco consistía en hacer contacto con el ocupante de un auto negro, el cual lo estaría esperando. Al llegar al lugar, el policía detectó el vehículo sindicado, marca VW, el cual le hizo un juego de luces a modo de confirmación.
Cuando se disponía a acercarse, el rodado emprendió la marcha hacia la ruta, para luego dar vuelta y estacionarse detrás de una estación de carga de gas, lo que generó cierto desconcierto en el oficial, el que recibió la orden de permanecer en el lugar pactado para el intercambio.
Providencial
Simultáneamente, y fuera de todo lo programado, un patrullero apareció en escena. Nadie lo había previsto. El móvil policial intervino debido a que el auto negro, que instante antes le había hecho un juego de luces a la camioneta que conducía el oficial, tenía la chapa patente delantera tapada con cinta.
Los policías vieron el auto estacionado, le cruzaron el patrullero y detuvieron a los ocupantes, quienes eran nada menos que Franco Gerónimo Campos y Héctor Joaquín Rodríguez, dos de los cuatro imputados por el secuestro extorsivo.
Los policías, que sin querer se metieron por la ventana en el operativo de rescate, recibieron la orden de que llevara a los dos detenidos al a dependencia policial de Villa Lavalle, donde le secuestraron los teléfonos celulares y quedaron detenidos.
Frustrada la posibilidad de concretar el intercambio, el fiscal Ramiro Ramos Ossorio junto al fiscal federal Ricardo Toranzos, decidieron esperar un poco más hasta que la Dirección de Asistencia Judicial en Delitos Complejos y Crimen Organizado en la Investigación Criminal (DAJuDeCO), que también era parte del operativo, revelara algún dato de los teléfonos de los secuestradores.
Es que, al ser detenidos Campos y Rodríguez, los investigadores estaban seguro de que el empresario no estaba muy lejos, por lo que aún había chances para dar con el mismo. Esa presunción fue acertada, pues desde la DAJuDeCO vino un dato clave.
Se informó que el teléfono usado por los secuestradores había sido localizado en el barrio Las Tunas, a muy pocas cuadras de ese lugar, razón por la cual el fiscal Ramos Ossorio decidió mandar un móvil policial al lugar, tarea que fue encomendada al subcomisario Nieva.
Cuando llegó a dicho barrio, este oficial vio que por otra calle salía la camioneta Mercedes Benz del empresario secuestrado, por lo que, ante esa novedad, el fiscal Ramos Ossorio dio la directiva de perseguir e interceptar el rodado.
De inmediato, el subcomisario, que conducía un móvil no identificado, inició la persecución, la cual se extendió al barrio El Círculo, donde logró ponerse por delante de la camioneta. El policía bajo y tras identificarse le dio la voz de alto, pero los dos sujetos que iban en la parte delantera del rodado, aceleraron y por poco embisten al subcomisario.
Lo que siguió fue otra persecución por calles de tierra, lo que generó una gran polvareda que terminó por jugarle en contra al conductor de la camioneta, quien perdió el control y se estrelló contra la pared de una casa, impacto que los puso en fuga.
Cuando Camila, la dueña de la casa salió asustada y enojada por los daños a su propiedad, se encontró con Giménez, quien salió de la camioneta en estado de shock. La mujer lo retó de arriba abajo, mientras el empresario sólo atinaba a decir que había sido secuestrado.
Instantes después, el subcomisario Nieva llegó y Giménez quedó a salvo. Al otro día, la policía detuvo a Ezequiel Toledo el tercer secuestrador implicado, en tanto, que Héctor Mario Campos, el que conducía la camioneta que chocó con la casa de Camila se entregó el jueves a la policía.