Opinión – Por Emiliano Estrada
La economía argentina se encuentra en un proceso de crecimiento pero sin resultados palpables para sus ciudadanos producto de la inflación. Por ello, el salario real no crece y cada vez cuesta más llegar a fin de mes, con la paradoja de que se sigue creando empleo y los niveles de consumo siguen siendo sostenidos.
El problema radica en que para sostener la economía en funcionamiento ha habido que parcharla con distintas regulaciones como el cepo y otras medidas de carácter transitorio como los bonos otorgados a las jubilaciones. Por ello, es que hay un gran consenso entre la dirigencia política en que la economía debe salir de este contexto de parches para poder crecer a otro ritmo.
Hasta aquí el consenso. Desde aquí aparecen dos y sólo dos propuestas de solución (ya con el resultado electoral definido). Una propone sostener algunas de las regulaciones hasta tanto la Argentina logre acumular dólares en 2024, entendiendo que no habrá sequía –fueron usd 24.000 millones que dejó de generar la economía– y que el autoabastecimiento de gas generará usd 7.000 millones de ingresos extras el próximo año.
Esta mirada, entiende que la inflación en la Argentina se debe más a la falta de dólares que a las cuestiones fiscales. La falta de dólares genera una expectativa de devaluación constante que se traduce en una inercia inflacionaria constante. De hecho, el mayor problema inflacionario, a mi modo de ver, es el déficit cuasi fiscal del Banco Central -pasivos remunerados, LELIQS– que a esta altura de la película es independiente del resultado fiscal del Gobierno.
Es decir, es tal el volumen del stock de las leliqs que poco importa lo que se haga con el resultado fiscal primario, la bola de nieve monetaria que genera una presión inflacionaria enorme sigue creciendo. ¿Qué se necesitaría para desarmar este engendro que se comenzó a generar en 2016 con Federico Sturzenegger a la cabeza como presidente del Banco Central? Dólares.
Por el otro lado existe la idea de Milei, de que esto se resuelve recortando el gasto primario del Estado. Milei habla de recortar alrededor de 15% del PBI el gasto, algo impracticable para quien maneja las cuentas públicas. Esto en paralelo a levantar todas las trabas que tiene hoy en día la economía argentina, lo que significaría lisa y llanamente un ajuste instantáneo sobre el bolsillo de los argentinos.
¿Por qué? Porque el aumento que se observaría en el tipo de cambio impactaría automáticamente en los precios, elevando la inflación y con ellos rebajando el poder de compra de los asalariados. En este escenario no hay necesidad de contar con los dólares, cómo si sucede en el primer escenario.
Dado que no hay una preocupación respecto a cuál sería el tipo de cambio de salida de esa crisis, $2.000 o $5.000 da lo mismo para este caso. Por eso cuando se repite que el ajuste lo pagaría “la política” no es cierto, los ajustes siempre los paga toda la población, porque el ajuste recae sobre la economía como un todo.
Por todo esto, la economía argentina se enfrenta una vez más al mismo problema: falta de dólares. Ha de tenerse presente que las soluciones para este problema no son iguales.