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Salta

Caso Sandra Palomo: el menor que cometió el crimen dijo que no lo hizo y señaló a otro adolescente

En la segunda audiencia por el asesinato de Sandra Palomo, el menor, sindicado como el autor del homicidio, pateó el tablero con una versión que siempre había anunciado, pero que nunca terminó de develar porque temía represalias.

Sandra Palomo
Sandra Palomo

SALTA.- En torno al brutal asesinato de Sandra Palomo siempre hubo un sesgo de misterio, condición que el chico detenido e imputado como autor del crimen, alimentó aún más al sostener que había otros implicados en el homicidio de la docente, y que no podía decir nada porque estaba amenazado. Ayer, finalmente abrió la boca y señaló a otro adolescente, que también participó del crimen, como el verdadero responsable del hecho.

El menor, que fue declarado inimputable por ser menor de 16 años, hizo su aparición estelar ayer en el juicio que se le sigue a otros dos menores, mayores de 16 años al momento del crimen y a Ian Esteban Caro, Ricardo Nahuel Bonifacio.

Los dos menores son juzgados como partícipes secundarios del delito de homicidio agravado por ensañamiento y alevosía. El debate, que se extenderá hasta el 23 de junio próximo, es presidido por los jueces de la Sala IV, integrada por Norma Beatriz Vera (presidenta), Roberto Lezcano y Maximiliano Troyano (vocales).

En la primera audiencia, celebrada este lunes, el tribunal escuchó la acusación penal, tras lo cual se dio paso al testimonio de algunos familiares de la docente asesinada, hecho ocurrido el 31 de agosto de 2019 en el subsuelo de un supermercado de barrio Tres Cerritos, siendo abandonado su cuerpo en la zona oeste, cerca del ex vivero municipal.

Ayer, el menor, que está recluido en un instituto correccional, se sentó ante los jueces y, en calidad de testigo, dio su versión del asesinato de Palomo en Salta. El joven, ahora de 18 años, puso como condición que saquen de la sala a los otros cuatro imputados.

Cumplida su condición, negó haber matado a la docente, hecho que le endilgó a otro de los menores que participaron del crimen, el cual, casualmente, está siendo juzgado. En su largo relato, dio detalles del sangriento episodio que comenzó poco después del mediodía, cuando Palomo salió de su casa en barrio Tres Cerritos para hacer unas compras con motivo del bautismo de un nieto.

El menor afirmó que, previo al sábado 31, su amigo, sindicado como el autor y cerebro del homicidio, le mandó un mensaje a través de Instagram diciéndole que tenía que “hacer algo que le habían encargado”. Y le indicó que debía ayudarlo o, de lo contrario, lo mataría a él y a su mamá.

No le aclaró de qué se trataba, solo le indicó que fuera el sábado al mediodía al supermercado VEA de Tres Cerritos. Sobre su amigo, explicó que lo conoció unos cinco o seis meses atrás, a través de una amiga en común. El vínculo entre ambos, hasta ese momento, había consistido en enviarse mensajes a través de redes sociales, casi siempre referidos a reuniones o fiestas con amigos.

El ataque homicida

Dijo que tenía buen concepto del supuesto asesino, pero que eso cambió luego de presenciar una pelea “en patota” protagonizada por el imputado y sus amigos en un boliche. Agregó que el mensaje enviado aquel jueves por el artífice del crimen, lo dejó intranquilo.

El sábado, en tanto, recibió un mensaje de su amigo, quien le ordenó que fuera hasta el supermercado, donde lo esperaba. Al llegar lo buscó primero en el estacionamiento, pero no lo encontró. Se dirigió al subsuelo, donde lo encontró.

Dijo que tenía una pistola 9 milímetros y una navaja o faca. Explicó que sabe el calibre del arma porque tiene un tío que es policía y porta una similar. Aseguró que intentó escapar del lugar, pero no pudo porque su cómplice estaba “muy acelerado”. Incluso le apuntó diciéndole: “Si te vas voy a matarte a vos y a tu mamá, no me importa nada”. Y entonces le comentó que “había que matar a una señora”.

En un momento, se fue a un sector entre la escalera y el ascensor, para hacer de “campana”. Mientras estaba allí, bajó una camioneta al estacionamiento. Era una Toyota Hilux gris. “Me quedé parado. Vi que la señora se bajaba tenía el pelo medio rubio, era delgada, no muy alta”.

En esas circunstancias, el menor asesino se le acercó y le dijo: `Dame todo´. Ella le respondió que sí y le pidió que no le hiciera nada. Fue entonces que sacó la navaja y le ordenó que se siente en el asiento del conductor. Ella obedeció y él comenzó a darle puñaladas”, para rematarla de un puntazo en el cuello.

Luego, puso a la mujer en el asiento del acompañante, con la cabeza hacia abajo, y le puso encima unas bolsas de Carrefour que había en el vehículo, con mercadería, y una mochila. También la cubrió con la campera que él había llevado.

Bajo las órdenes del verdadero homicida, condujo la camioneta por avenida Reyes Católicos rumbo a El Huaico, aunque en la rotonda de acceso a la Universidad Católica, cambiaron de dirección hasta una propiedad que creían abandonada, pues quería deshacerse del cadáver.

Como no pudieron, regresaron por avenida Bolivia hacia el centro y, de ahí, a la zona de la terminal de ómnibus. Pasaron por la cárcel de Villa Las Rosas y se toparon con un control de tránsito cerca de Solidaridad, el cual superó sin problemas.

De allí, salieron por la ruta a San Agustín y entraron a una finca, bordeándola. El terreno estaba blando y la camioneta se quedó atascada, pero el adolescente asesino habló a dos hombres que estaban trabajando para que los ayudaran a salir. Una vez que desenterraron las ruedas con sus palas, le pagó 500 pesos a cada uno.

Reveló que, antes de pedir auxilio, el menor que mató a la docente cargó el cuerpo de la mujer al hombro y lo puso en la caja. Dijo que lo metió por la cajuela. El testigo precisó que el otro joven arrojó tierra sobre la patente porque se había manchado con la sangre que goteaba de la caja.

Deshacerse del cuerpo

Posteriormente, se dirigieron a casa del menor homicida, en barrio 25 de Mayo, donde bajaron y el imputado sacó ropa, un escobillón, agua y se puso a limpiar el asiento del acompañante. En esos momentos, el asesino lo filmó, mientras se reía, y subió el video a su estado.

Aseguró que un empleado de Cable Express, que estaba parado cerca, vio toda la escena –incluida el agua que corría con sangre- y no intervino. Aproximadamente a unas diez cuadras, llegaron otro imputado en la causa. Uniéndose desde allí Caro y Bonifacio.

Indicó que se quedó arriba de la camioneta y desde allí escuchaba que los otros deliberaban sobre dónde dejar a la víctima. Subieron todos a la camioneta. Él como conductor, el menor asesino en el asiento del acompañante y los otros tres imputados en los asientos traseros.

Se dirigieron a un descampado cerca del río Arenales. Pararon al lado de un árbol, en un desnivel en el terreno. Allí, dejaron el cuerpo. Indicó que el menor que la mató, se encargó de bajar el cuerpo de la parte trasera del vehículo. Dijo que él no intervino y que Bonifacio y Caro solo miraban.

Tras dejar el cuerpo, subieron nuevamente a la camioneta y fueron a casa del menor homicida, en barrio Don Emilio. De allí, al estacionamiento de los departamentos de Juan Pablo II. En ese lugar Caro le hizo preguntas, averiguando entre otras cosas cuántos años tenía.

 Más tarde, le ordenaron que los llevara a una fiesta, en avenida Tavella. El evento era en la casa de una amiga en común. Esta vez, Caro y Bonifacio no los acompañaron. En ese lugar, le ordenaron que se deshiciera de la camioneta, que él vea cómo hacerlo. Y volvió a advertirle que lo mataría si no obedecía.

A partir de allí –según relató el testigo- se quedó solo con el vehículo. Fue hasta su casa, luego a casa de su abuela y al domicilio de una compañera del colegio (con la intención de contarle lo sucedido, aunque finalmente no lo hizo). Dejó estacionada la camioneta cerca de la casa de su abuela y se fue a la suya, que queda a la vuelta.

El lunes a la madrugada golpearon la puerta de su casa. Era el personal de la Brigada que iba a buscarlo. A los policías, le dijeron que él nunca dijo que había matado a Sandra Palomo. Sostuvo que el personal policial que lo trasladaba lo instigaba diciéndole que él era el autor, que se hiciera cargo.

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