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Opinión

El Día después: Juntos por el Cambio, Sergio Massa y Javier Milei

El fracaso de Juntos por el Cambio evidentemente radica en que no supieron leer el signo del tiempo y se aferraron a las viejas fórmulas de la política más vernácula

Por Matilde Serra

Ha pasado el primer examen electoral, confirmando el balotaje entre Sergio Massa y Javier Milei, y el saldo más evidente es que la masa de los ciudadanos no evalúa a los candidatos según el orden de la situación socioeconómica sino desde parámetros que en algún punto hasta resultan desconcertantes. No representa esta idea una posición ni anti, ni pro, ninguna fuerza, sino que el dato objetivo revela la existencia de una fractura cultural profunda donde un alto porcentaje medita las cosas alineada con un factor de inmediatez, pero no mirando hacia más allá.

De todas maneras, el acto electoral del pasado 22 de octubre, adquirirá ribetes de histórico siempre que se piense que un candidato como Sergio Massa, responsable de la economía del país y atravesando la peor crisis desde la hiperinflación de tiempos de Raúl Alfonsín supere a dos fuerzas opositoras en votos, esto no registra antecedentes.

El otro cariz que merece análisis es que parece haber una suerte de voto emocional, sin análisis de lo que subyace debajo del mensaje de un candidato como Javier Milei. Esto es, Milei es un individuo formado mirando hacia afuera del país, hacia las formas más puras del liberalismo y ya en grado de exageración para una mentalidad argentina promedio. Es el hombre que propone insertar a la Argentina en el contexto del Nuevo Orden Mundial, donde todo tiene precio de mercado, lo cual colisiona con la identidad y los valores argentinos, que, aunque deprimidos y bastardeados, todavía subsisten al rescoldo en el inconsciente colectivo.

El fracaso de Juntos por el Cambio evidentemente radica en que no supieron leer el signo del tiempo y se aferraron a las viejas fórmulas de la política más vernácula, todo aderezado con una lucha interna feroz entre Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta, donde privaban más los intereses personales que conformar un proyecto común. Las consecuencias están a la vista y en Salta se han visto de la manera más notable.

Salta, un reducto feudal pero no tanto

Si para Bartolomé Mitre la de Tucumán fue “La más criolla de todas las Batallas”, en Salta se libró la más criolla de todas las contiendas electorales. A pura guapeza y talero, valga la metáfora, bajando líneas duras, con advertencias severas y con exhaustivo control casi de urna por urna. Una vez más los intendentes de la provincia fueron la pieza clave ya que con una brasa en las manos ninguno podía quedársela así nomás.

El operativo montado para que las huestes oficialistas, no sólo peronistas, avanzaran sobre el territorio adoctrinando, repartiendo votos preparados y porque no, en algunos lugares hasta apretando, no reconoce antecedentes inmediatos. Tampoco su resultado, que logró que el candidato oficialista, Pablo Outes, de ser “inmilitable” como dijo algún intendente, de estar en la duda de ser el cuarto e incluso como se especuló de que ni siquiera llegase a ingresar, se posicionó en segundo lugar traccionando a su compañera, Yolanda Vega, que ni siquiera había podido ganar la renovación de su intendencia en Cerrillos. Si hay un término para calificar esto, ése sería que esto resultó una patriada impecable, si se quiere.

No sabremos nunca cuánto duró antes la siesta del gobernador, Gustavo Sáenz, pero sí es un dato de la realidad que sus estrategas fracasaron en el armado del primer esquema y además, si los tiene, los encuestadores pareciera ser que tampoco le acertaron a guarismos más o menos creíbles. Tal vez sea porque en ese arremolinado entorno todavía sobrevivían algunos que le hicieron cometer errores similares a su antecesor.

El primer error fue haber apostado a manejar las dos listas provinciales en que se había dividido Juntos por el Cambio a nivel nacional; pero quizás más grave todavía fue colocar en ese entramado a personajes que casi nadie a nivel barrial y municipal conocía. Ser funcionario y salir en los diarios no garantiza que alguien alcance carisma de dirigente representativo. Fue lisa y llanamente una simpleza. Además, que en ese esquema de Juntos por el Cambio boyaban algunos elementos del PRO residual que fue el primero en implosionar en la provincia. Pero a la luz de los resultados, ese error fue salvado ya, pero sirva como antecedente para lo que viene, que es una elección nacional en fase definitiva y las próximas durante los años del segundo mandato.

En orden a esto último hay que consignar que, primero, el eje, el motor de esa recomposición electoral del oficialismo en Salta fue la estructura del PJ salteño, que, aunque desguazado en los hechos subsiste en la convicción de miles de salteños, lo cual hace pensar que con una reforma política que vuelva a poner en pie a los partidos, la democracia y el propio gobierno de Sáenz se verían fortalecidos.

Así como el tronco del peronismo le sirvió al gobierno provincial para levantar el aplazo de las PASO, de la misma en el terreno del radicalismo filo oficialista, esa misma condición de militancia “ad hoc” le sirvió a los correligionarios para sacudirse a Miguel Nanni que estaba enquistado en la dirigencia e impidiendo toda posible normalización de los muchachos de la boina blanca. Los radicales salieron a los pueblos a cortar a Nanni de las boletas y adoctrinar para que voten a Outes y así, desde el pasado 22 de octubre, Miguel Nanni ya forma parte de los cadáveres políticos que serán inhumados el próximo 10 de diciembre cuando termine su mandato.

Los amarillos de Alfredo Olmedo enlistados en la versión salteña de La Libertad Avanza se quedaron con las ganas de ingresar un tercer diputado como sugería la previa. Incluso más, para Olmedo los números estaban dados para que ingresaran los cuatro propuestos y en orden sucesivo: Emilia Orozco, Julio Moreno, Eliana Bruno y Gustavo Pantaleón, aunque este último venía como “último orejón del tarro” y en el escenario imaginado podría ser que ese lugar fuera ocupado por Pablo Outes quien entraría cuarto a “modo de premio consuelo”, como se escuchó decir.

No fue así y si bien Emilia Orozco redujo caudal confirmó su calidad de número puesto como primera diputada nacional, seguida por Pablo Outes que trepó sorpresivamente desplazando a Julio Moreno al tercer lugar y Yolanda Vega completando la grilla. Objetivamente visto, mejor plantilla democrática no se puede pedir. Al menos, el oficialismo y la novel oposición amarilla han quedado contentos.

Con este panorama se puede afirmar sin temor al equívoco que en Salta hubo un sólo ganador, el gobernador Gustavo Sáenz, porque cuando el hombre se metió de lleno al ruedo con el poncho envuelto en la siniestra y el facón en la diestra, los hombres y mujeres del sistema que se habían aburguesado tal vez a causa del disfrute de tantos privilegios salieron a morder el polvo de los caminos y allí están los resultados.

No es menor afirmar esto toda vez que el gobernador debe saber que algunos funcionarios de su segunda y tercera línea han movido siempre la cabeza diciendo “Si, si” y han ordenado a sus punteros, primero, hacer que se vote por Javier Milei, hasta ese punto.

No se trata de un caso de alta traición -o sí, según se lo vea-, sino en todo caso de una estrategia política pues en esos niveles ya anida la idea de que Sáenz debe dejar el gobierno en el 2027 y como la política es el arte de la anticipación y los tiempos corren cada vez más rápido, es necesario ir formando tropa propia.

Así que el gobernador Sáenz debería tener un fino cuidado a la hora de un recambio ministerial en dos sentidos; el primero, abandonar la idea de premiar a cercanos y amigos para nombrar a los hombres y mujeres más capaces que encuentre. La coyuntura que se avecina, ya con Massa o Milei presidente no permitirá medias tintas. Se avecina un proceso donde habrá que jugar a fondo y para que el armado político se fortalezca de cara a los próximos cuatro años serìa necesario como diría Platón, un “gobierno de los mejores”.

En lo presente, hay que volver a poner toda la carne al asador porque dentro de tres semanas la provincia de Salta tiene un doble desafío, al menos el gobernador Sáenz; por un lado, revalidar los resultados que ha logrado remontar y por otro superar la tendencia de la provincia a votar por Milei. A pesar de haber observado una sensible disminución en el caudal de votos respecto de las PASO, la Libertad Avanza continúa siendo la expresión más votada en Salta.

De allí que el trabajo que se entiende ya debe haber comenzado tendrá no sólo que volver a movilizar a toda la estructura sino además captar los rezagos de Juntos por el Cambio y las otras expresiones que deberán decidir por un solo nombre a diferencia de ahora.

Según se sabe, los radicales filos saencistas que formaron parte fundacional e integrante del llamado internamente el “Sector de Juntos por el Cargo”, ya están buscando los votos de Sergio Massa para derramarse por las calles de los pueblos, mientras que los más ortodoxos están apalabrando a los sectores remanentes del PRO, el viejo tronco conservador de Salta y el mismo peronismo ortodoxo que no comulga ni con Gustavo Sáenz y mucho menos con Sergio Massa.

Están además los independientes, los que cambiaron en semanas su voto como se ha visto y que pueden volver a hacerlo según sea el comportamiento de la economía en este mes decisivo, por ejemplo. La izquierda más tradicional que ya no tiene opciones nacionales ni provinciales y que debe tener un gran debate interno porque siendo tributaria de la filosofía del “No sé de qué se trata, pero me opongo”, esta fórmula siempre funciona contra uno solo. Ahora tendrán a dos candidatos. ¿Practicarán la vieja fórmula de la abstención radical en los tiempos del Fraude Patriótico?

Se avecinan días álgidos, porque ahora más allá de todos los esfuerzos que desde el gobierno de Salta se hagan para militar la presidencia de Sergio Massa, se juega un factor que no manejan ni los punteros, ni los intendentes, ni siquiera los militantes y el pueblo mismo: la enorme influencia de las redes sociales que estarán manipuladas desde el centro del país.

Definitivamente, en esta instancia ya no se juegan patriadas criollas ni epopeyas gauchas; será en toda su extensión una batalla cultural. –