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Opinión

¿Cómo era la economía Argentina del siglo XIX?

Cierto es que la Argentina experimentó años de crecimiento económico en aquellos años y que eso la llevó a estar entre las principales economías del mundo medidas por PBI per cápita.

Emiliano Estrada

Por Emiliano Estrada

En el debate presidencial hemos visto como nuevamente el candidato Javier Milei vuelve sobre la idea de la Argentina del siglo XIX como esa Argentina potencia a la que debemos volver. La recurrencia de sus referencias a ese momento de la Argentina me lleva a escribir estas líneas.

Cierto es que la Argentina experimentó años de crecimiento económico en aquellos años y que eso la llevó a estar entre las principales economías del mundo medidas por PBI per cápita, pero eso lejos estuvo de generar desarrollo para todos los argentinos.

La herramienta del PBI per cápita poco sentido tiene para analizar ya que como todos sabemos es un promedio, y si yo me junto con 3 amigos y me como 12 empanadas en promedio nos comimos 4 cada uno, con el problema de que mis amigos seguirían con hambre.

En mi libro Salta productiva analizo algunos indicadores de esa Argentina que ayudan a entender un poco más cómo era esa Argentina y si efectivamente éramos potencia, o por el contrario estábamos detrás de países similares al nuestro.

Más allá de algunas visiones que citan a la Argentina como uno de los países más ricos del mundo durante la vigencia plena del modelo agroexportador, indicadores vinculados a la estructura productiva y a la capacidad de consumo de la población –muy vinculada a la distribución del ingreso– mostraban un panorama muy distinto.

De una economía que se encontraba muy lejos de los niveles de desarrollo que habían alcanzado países con un nivel similar de PBI per cápita, extensión territorial y predominio del sector agropecuario dentro de la estructura productiva.

En primer lugar, los sueldos mensuales en moneda argentina resultaban, para las profesiones seleccionadas en el libro, significativamente inferiores a los vigentes en ese entonces en Canadá o Australia.

Un mecánico argentino percibía en promedio un salario equivalente a 40% el percibido por un mecánico canadiense y a 60% del recibido por uno australiano, porcentajes que resultaban similares en el caso de otras ocupaciones como conductores de tranvías u obreros de ferrocarriles promedios.

En segundo lugar, el valor promedio por tonelada exportada resultaba sensiblemente inferior al registrado en Australia o Nueva Zelanda, reflejando un muy bajo valor agregado en la canasta exportadora. Medido en dólares oro, en 1932 (con el impacto pleno de la crisis sobre los precios de las materias primas) el valor medio de la tonelada de exportación resultaba de 20, 8, frente a 39, 9 en el caso de Australia y 130, 1 en el de Nueva Zelanda.

Las importaciones por habitante, un proxy importante del nivel de vida teniendo en cuenta la alta ponderación del comercio global sobre el PBI en ese entonces, resultaban en Argentina apenas el 67% de las de Australia, 49% de las de Canadá y 37% de las de Nueva Zelanda.

Los depósitos bancarios por habitante en Argentina, que representan una aproximación al grado de profundidad financiera de la población, equivalían al 47% de los de Canadá, 39% de los de Nueva Zelanda y 38% de los de Australia. El consumo de electricidad por habitante en 1932 en la Argentina era de apenas 31%, 22% y 8% del de Australia, Nueva Zelanda y Canadá, mientras que el consumo de maquinarias por habitante era de 31%, 42% y 15%, respectivamente.

Otros indicadores de infraestructura y densidad productiva reflejaban un panorama similar. En la Argentina existían 3. 600 metros de vías férreas por cada 1. 000 habitantes, significativamente por debajo de los 4. 050 metros de Nueva Zelanda, los 7. 100 de Canadá y los 7. 570 de Australia. Esto es, a pesar de las inversiones en ferrocarriles, el país se encontraba muy rezagado frente a estos países, que presentaban condiciones productivas de partida similares.

Pueden obtenerse similares conclusiones analizando datos del transporte carretero. La Argentina presentaba en 1926 apenas 22 vehículos cada 1. 000 habitantes, frente a 67 en Australia, 91 en Nueva Zelanda y 97 en Canadá. En el caso de los transportes de carga, que reflejan mayormente el traslado de la producción y presentan una alta correlación con el nivel de actividad económica, Argentina disponía de sólo 3 por cada 1. 000 habitantes, significativamente por debajo de los 11 de Canadá, 12 de Australia y 15 de Nueva Zelanda.

Finalmente, la mortalidad, que refleja entre otras cuestiones el grado de desarrollo del sistema de salud, en la Argentina era de 22, 8 habitantes cada 1. 000 en 1932, muy por encima del 9, 9 de Canadá, 8, 6 de Australia y 8 de Nueva Zelanda.
Todo esto se evidenciaba porque no es cierto que el crecimiento de por sí genere desarrollo sin importar el resto de las variables o decisiones económicas. Argentina necesita el debate sobre el modelo económico que admita distintos sectores de manera armónica y sobre todo que permita un desarrollo territorial equilibrado.