La política actual es el espejo donde la sociedad líquida que supiera definir Zygmund Bauman se refleja. Los actores políticos representan ese estereotipo de vacuidad y falta de compromiso con un ideal, con un partido, incluso con su propio electorado. Matías Posadas, es un ejemplo testimonial del hombre vacío y siempre en oferta, el que va “tirando currículum” para lograr un conchabo ocasional y que se ofrece en oferta nuevamente.
El apellido Posadas pertenece a la “Leyenda Negra” de la política posmoderna; de cuño radical, cuando los vientos soplaron hacia otros horizontes, allá fueron. Su sentido del honor ni se inmutó cuando junto a su pariente –Federico-, Matías Posadas fue echado de la Unión Cívica Radical por transgredir los códigos éticos más elementales y alegremente se sumó a equipo del ex gobernador, Juan Manuel Urtubey.
En ese tiempo frecuentó asiduamente la sede del Partido Peronista mezclado con los “compañeros” y mostrándose muy cómodo entre esa extraña componenda de todos y ninguno pero que a los fines de ocupar un cargo como funcionario resultaba redituable. Si una definición le cupiera sería aquella de Bill Clinton: “¡Es la economía, estúpido!”.
Cuando asomó en el horizonte la gobernación de Gustavo Sáenz que llegó a la primera Magistratura como un híbrido de base peronista pero pintado de amarillo PRO y haciendo gala de amistad de Sergio Massa, que como un caleidoscopio refleja todos los colores, Matías Posadas formó en la primera fila, aunque no se supiera muy bien qué color era el paladar de esos muchachos. Como diría una conocida publicidad: “Estar cerca es muy bueno”.
Durante el primer lapso del gobierno saencista se puso esa camiseta sin dudarlo y cual saltimbanqui vestido de Arlequín, con retazos de todos los colores, fue diputado, candidato y funcionario, según la oportunidad así lo aconsejara, siempre viviendo de presupuestos oficiales y utilizando sin ningún remordimiento la caja pública para financiar sus lances electorales.
Pero si hasta el Titanic se hundió, la nave de Matías Posadas no podía correr mejor suerte y en las últimas elecciones la ciudadanía hastiada de ver siempre en las boletas ese rostro de sonriente impavidez y de discurso ininteligible le dio la espalda y la aventura política de Matías Posadas, al menos en Salta, naufragó llevándose en el torbellino final a las profundidades a esa “rara avis” llamada “Frente Plural”.
Luego de un tiempo de silencio y seguramente abatido por el síndrome de abstinencia de figuración pública, Matías Posadas, vuelve al terreno de la mendicación política, esta vez estirando la mano para solicitar seguramente algunas migajas de Horacio Rodríguez Larreta, lo que en términos reales representa un enésimo cambio de camiseta de parte de Matías Posadas.
No sólo eso, es la demostración palpable de que este Posadas es como aquellos vehículos utilitarios nipones que a la vista no se sabe si van o vienen, basta pintarlos de un color para identificar para qué sirven. Por supuesto, como todo lo de esa procedencia es un “use y tire”.
Habrá que ver con qué suerte corre en este nuevo salto de panqueque Matías Posadas ya que la foto con el presidenciable –quizás-, Rodríguez Larreta no fue saludada con simpatía por los militantes ni dirigentes del PRO que se apuraron a colgar en las redes mensajes tachando a Posadas de oportunista y advirtiendo al jefe porteño de que su figura “ya no garpa” en Salta.
Quizás sea llegada la hora final de Matías Posadas como discípulo de Groucho Marx de quien hiciera gala de admirador practicando su célebre frase: “Tengo estos principios, pero si no le gusta, tengo estos otros”.